La primera es publicar aquí lo que sería la primera entrada de esta serie, la cual consta de cumplir una promesa para mi hermanito Santiago: publicar lo que dije ayer. Disfruten =)
Buenos días, honorables miembros del presídium, padres de familia, profesores y queridos compañeros. Hoy estamos a sólo unos días de cerrar una etapa con tantos momentos compartidos que será difícil olvidar. Los periodos que día a día nos parecían horriblemente lentos se empiezan a guardar en nuestras mentes como otro recuerdo más. Hoy nuestro patio empieza a sentirse más pequeño y más lejano que hace casi tres años, cuando pisamos por vez primera la secundaria llenos de dudas, temores y sueños; cuando pensábamos que éramos casi inmunes a los cambios drásticos. Esos pequeños niños que entramos sabiendo quiénes éramos, hoy tenemos dificultades para reconocer a ése que nos mira desde el otro lado del espejo.
Durante este tiempo tan lleno de contrastes, acabé por darme cuenta que LEER va más allá de saber articular letritas en un texto; que escribir es algo mucho más profundo, hermoso y complejo que poner palabras de tal modo que haya un poco de lógica; y que respirar tiene más gracia y propósito que llenarnos de oxígeno los pulmones. Encontré en la risa la mejor de las terapias y un refugio en cada abrazo que me daban. Y aunque antes creía poder definir los sentimientos como un diccionario, sólo supe hasta estar con ustedes lo que es la felicidad.
Estuvimos aquí días enteros, trabajando durante muchas horas, y a pesar de eso, la escuela se volvió – casi desde un principio – un santuario para nosotros. Esto no es porque siempre estuviéramos dispuestos a leer artículos constitucionales, o porque nuestra energía rindiera lo suficiente para analizar “Cumbres Borrascosas” con una sonrisa en la cara, sino porque a pesar de lo difíciles que llegaban a ponerse las cosas, podíamos voltear hacia nuestro lado y encontrar una sonrisa cálida, una mano amable. Y fueron esas personas las que se volvieron para nosotros mucho más que amigos: los integramos sin más a nuestras familias, compartimos viajes dentro y fuera de la escuela, reímos durante horas por un mal chiste o porque alguien como Melissa perdió un zapato, cantamos por el simple gusto de hacerlo. ¿Cómo olvidar los momentos que pasamos en el salón adornándolo para Navidad? ¡O la idea de organizar a treinta personas para hacer el bestiario cuando estábamos en segundo año! No todo fue perfecto, pero inclusive esas pequeñas fallas nos hicieron aprender para levantarnos y seguir luchando con la cabeza en alto. Entre aguas que se nos tiraban en el salón y candados que Don Juve y Don Gabo nos abrieron siempre gustosos, con ustedes aprendí a ver más allá de las estrellas. Gracias por quedarse aquí cuando pudieron haberse ido a cualquier otra parte.
También conocimos personas que eligieron por vocación compartir con nosotros lo que saben. Hablo de las personas que nos dejaban tareas kilométricas que nos llevaban horas, que nos acababan arrullando sin querer a veces, que tenían esa chispa de malicia haciéndonos sufrir con cada examen; pero también los profesores que despertaron nuestro amor por alguna materia, que nos hicieron ver que con un poco de ensayo y error las cosas pueden salir mejor de lo esperado. Nuestros maestros nos han llevado (a regañadientes muchas veces) a dar vueltas por la Tierra, desde la Edad Media hasta los problemas que afectan al mundo de hoy. Muchos de ellos tocaron nuestros corazones más allá de la simple transmisión de conocimientos, aprendiendo nosotros de ellos cosas que trascienden lo académico. Fue gracias a ellos que entre Borges y Reyes empecé a amar nuestra lengua; fue gracias a su guía que brillamos por quienes somos. Gracias también a nuestra Directora General por haberlos encontrado, así como por el apoyo que tanto ella como todas sus autoridades nos brindaron. No podría olvidar en este agradecimiento a las nanitas y a todo el personal de intendencia en general.
Y desde un principio nos han guiado una serie de luces hermosas que brillan más allá del firmamento: nuestra familia. A pesar de las discusiones por tener un poco desarreglado el cuarto, ellos han estado ahí desde un principio. Con una sonrisa en la cara, han sido testigos de cómo un niño que veía caricaturas es ahora un adolescente que necesita escuchar música casi toda la tarde. Sin sus consejos, no sabríamos qué rumbo tomar. Sin sus anécdotas y la experiencia acerca de la vida que tienen, ¿cómo podríamos nosotros evitar repetir las malas ideas? Han sabido entre todos hacer de nosotros seres que quieren cambiar este mundo, hacerlo algo mejor; hacer de él algo más hermoso. Han hecho que nos demos cuenta que las virtudes y los defectos nos vuelven humanos, y que eso es lo más bello de vivir.
Estamos a sólo días de empezar una nueva etapa y estamos conscientes que ello implica más dificultad, conllevando más responsabilidades. Seguiremos cambiando, preparándonos cada día más para afrontar al mundo real del que tanto nos hablan. Entraremos por fin a la preparatoria, y lo desconocido probablemente nos volverá a llenar de dudas. ¿Pero qué puedo temer si hay personas como ustedes a mi lado?
Gracias y felicidades nuevamente.